martes, 7 de febrero de 2012

Crisis y muerte


La publicación reciente de una brutal fotografía de un joven, un muchachito tal vez no mayor que usted que me lee o yo que le escribo, en la que se le observa con media cara destrozada por el disparo de realizado por alguno de los miembros del ejercito Panameño contra indígenas que se manifestaban contra el claro, impune y vergonzoso atropello a sus derechos, legado y territorio (hogar); me ha hecho reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos los que cerca o lejos, conocemos de este conflicto.
No voy a analizar si esta manifestación es correcta o incorrecta, valida o inválida, para mí lo es y de ello parto. Hago la salvedad de que no publicaré dicha fotografía y pido que si usted me ha hecho el favor de leer este escrito, no me lo quite publicándola o poniendo el link hacia ella pues creo que si ya la vimos lo humano y más respetuoso es no publicarla más y si no se la ha visto, pues lo mejor sería no verla. Debería quedar entonces en actas que a pesar de haber visto cosas horribles en persona y en la red, esta fotografía logró hacerme llorar y sacar mis sentimientos más profundos de rabia y asco a quienes realizaron dicho hecho y dolor por lo que sufrió ese pobre muchacho.
A quien dio la orden de llevar a cabo el operativo militar que le causó esa herida a ese joven no lo tenían obligado ni amarrado y mucho menos con un arma en la cabeza para que la diera, quienes fueron a dispararle a otros seres humanos a sangre fría no fueron obligados ni amenazados de muerte y la pobre excusa de que ello sea su trabajo no los exime del hecho, quienes idearon dicha atrocidad sabían perfectamente el riesgo que corrían de causar la muerte de seres humanos que solo defienden lo que creen propio, su derecho a la cama, al sustento, al espacio y a la paz. Por tanto todos ellos son culpables y responsables de la muerte de este y otros tantos jóvenes y viejos que han muerto o han sido heridos o lisiados por defender lo que les pertenece y a lo que tienen derecho. Entonces, esto no es solo la culpa de un gobierno o gobernante que sin asco, respeto ni amor por la vida humana han provocado la muerte de un latinoamericano más que luchó por lo que creyó correcto.
Pero más allá, también son culpables los que viéndolo no hacemos nada, los que sabiéndolo no decimos nada, los que estando cerca o lejos no ayudamos en nada. Porque no nos podemos quedar brazos cruzados al ver tanta crueldad y muerte, tanto dolor y sangre derramada por la incomprensión, la codicia y el deseo de que el bien de una mayoría esté por encima de la mayoría humana y la minoría atropellada. Al final el bien de un país es solo el bien de una mayoría y no el bien de todas las mayorías. ¿No debería estar por encima del bienestar de las mayorías el derecho humano, el respeto humano, la  decencia  y la empatía ante el dolor humano?
Y digo hacemos, decimos y ayudamos por que me uno a esa responsabilidad que compartimos todos y todas. Si bien no voy a ir a Panamá a luchar junto a los indígenas Ngöbe, puedo hacer otras cosas; yo al menos empecé ya haciendo este escrito, y siendo que sea que tengo la virtud de crear algunas veces alguna canción, me dedicaré a ello y si no lo logro me disculparé con los Ngöbe. Pero si usted amable lector no desea escribir tanto ni poner música a sus ideas, al menos haga el favor de expresarse contra la tragedia que vive y sucede cerca de nuestra amada Costa Rica y repudie tanto o más que yo lo que sucede con nuestros hermanos y hermanas Panameñas.
Mahatma Gandhi lo dijo mejor que cualquiera: “Cuando una ley es injusta lo correcto es desobedecer”.